Ningún personaje de la Biblia ha sido tan esperado por Israel como el Mesías Rey. A lo largo de cuatro milenios nuestro pueblo ha puesto, en mayor o menor medida, las esperanzas en su llegada, no se diga en esas oscuras etapas de sufrimiento y opresión insoportables, etapas en las que el dolor se convertía en clamor de muchos. No necesariamente movidos por la fe, sino a causa de su terrible condición, lo cual nos muestra que la mayor de las veces el clamar a D-os no tiene nada que ver con la fe, sino con las necesidades, el sufrimiento, o ambas cosas.
Ante esta realidad insoslayable, habrá de decirse que D-os dejó perfectamente revelado en las Escrituras dónde, cuándo y cómo sería la llegada del Mesías. Y no sólo esto, también reveló que antes de reinar en Jerusalén de manera universal para todos los pueblos de la Tierra, el Mesías tendría primero que redimirnos, es decir, reconciliar al hombre caído con D-os. Problema fundamental que la mayoría de judíos (y cristianos) intenta pasar por alto. No les gusta escucharlo.
La cuestión es que no podemos desatender de ninguna manera nuestra condición espiritual adversa delante de D-os. No podemos olvidar de que El es santo y justo, pues como nos advierte a través de Moisés, que «de ninguna manera tendrá por inocente al malvado» (Exodo 34:7), dejando en claro que con Él no se juega, ni mucho menos puede ser burlado por la astucia del hombre. Todos somos pecadores, sí, TODOS, y todos necesitábamos ser reconciliados con el Creador ¿Qué decir de aquellos hombres y mujeres que en su soberbia y arrogancia declaran públicamente ‘¡que no tienen nada de qué avergonzarse!’?, ilusos, si antes no se arrepienten, con dolor eterno se darán cuenta de su gravísimo yerro.
Dejando en claro que no todos desean ser reconciliados, pues hay hombres tan duros en su corazón y tan descreídos, que ni siquiera son capaces de escuchar su mensaje bendito de salvación; los demás sí necesitamos de darnos el tiempo y tener la disposición de conocerlo. Pues una cosa es que “creer que conocemos a D-os y a su mensaje” y otra muy distinta que realmente lo conozcamos. Si no conocemos la Biblia es muy improbable que realmente conozcamos y entendamos el mensaje divino de salvación.
En mi experiencia de cuatro décadas de servir al Señor he comprobado que la mayoría de las personas, judías y no judías, en realidad desconocen la Biblia, tienen conceptos generales acerca de D-os y de su mensaje, pero la mayor de las veces contaminados por leyendas, por creencias populares y tradiciones, que poco o nada tienen que ver en con las Kitvei Kodesh (Escrituras Sagradas), como también por ideas propias.
En el Tanaj (A.T.) se anuncia con toda claridad y precisión las dos etapas del Mesías. En la primera le hace saber a Israel que vendría a redimir del pecado al hombre caído, mientras que en la segunda, viene precisamente por los redimidos, es decir, para los que creyeron en Él y rindieron sus vidas a D-os a través de Él, a reinar, ya no solo en sus corazones como el día en que le rindieron su vida y arrepintieron de sus pecados, sino a sentarse como Rey de Israel en Jerusalén y gobernar sobre todos los pueblos de la Tierra.
Quien no crea estas verdades divinas reveladas en la Biblia es por dos simples razones: porque no cree realmente en D-os y porque no conoce en verdad el mensaje divino. Podrá tener algún conocimiento de la Biblia, pero no necesariamente el suficiente o quizá se engañe por su herencia racial o familiar. En lo personal, por tres décadas pensaba que conocía a D-os y que conocía su mensaje, y cuando le entregué mi vida al Señor a través de YESHUA y comencé a leer la Biblia, me sorprendí de mi ignorancia de D-os y de su mensaje. Había vivido engañado por la tradición y la herencia religiosa.
Isaías vaticinó que le veríamos sin atractivo y que la mayoría no creería en las Buenas Nuevas anunciadas a Israel: “¿Quién ha creído a nuestro anuncio?... le ve-remos, mas sin atractivo para que le deseemos” (cap 53:1,3) ¿Quién creyó en el Mesías cuando vino hace dos milenios?, sólo un sector del pueblo judío (los primeros judíos mesiánicos). El ser humano: prejuiciado, materia-lista e incrédulo, espera(ba) a un rey poderoso y rico con el que se identificara, olvidando que D-os no hace acep-ción de personas y su deseo es salvar a todos: ricos y pobres, pobres y ricos, de manera que al nacer YESHUA, el Mesías Rey —que lo es, pues cumplió todas las profe-cías en su persona y obra—, en un humilde pesebre, peor aún, en la insignificante población de Belén, careció de atractivo para los ricos y poderosos de Jerusalén. Sin embargo, así estaba escrito, así lo anunció el profeta y así se cumplió: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Mija-Miqueas 5:2). Tenía además que acreditar su linaje, ser descendiente directo del rey David y así sucedió (Matatiyahu cap.1)
Ahora bien, la situación actual no es mejor que hace dos milenios. La cristiandad nominal pone nacimientos en las navidades para recordar el acontecido en un pesebre en Belén de Judá hace poco más de 2,000 años, sin embargo, en la mayoría de los casos, para cientos de millones de personas es apenas una festividad, una fecha religiosa por celebrar, llena de nostalgia y recuerdos familiares, pero de ninguna forma una vivencia espiritual que recuerde al Mesías con una fe viva y en espera de su reinado eterno. Lo cierto es que millones de cristianos ignoran que YESHUA (JESÚS) retorna, y primero reina en Jerusalén por un milenio como está escrito, poniendo por primera vez orden y paz verdadera “Yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro” (Ap 2:20-21).
Y luego, cuando este mundo ya no esté en condiciones y venga el juicio final; el Señor nos llevará a judíos y cristianos a otro sitio en el universo para continuar con su reinado eterno (Isaías 55:17, 2 Pedro 3:13). Verdades ignoradas o no conocidas por la mayoría de judíos y cristianos, que se dan tiempo para todo; para divertirse, hacer dinero, dar rienda suelta a sus pasiones y gustos; pero que no se conceden tiempo nunca para entender y asegurar su sentido existencial. Así que no viven, vegetan, son ajenos a D-os pues no le conocen, ni tampoco desean hacerlo. Aun así, rebeldes y engreídos (o simplemente desinteresados) D-OS LES AMA Y DESEA SALVARLOS. El D-os de Israel es bueno y misericordioso, Él ha declarado que no quiere la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva, de manera que aprovechando estas fechas de Navidad y año nuevo, qué mejor regalo que RECIBIR EL AMOR Y EL PERDÓN DE D-OS, de darse tiempo para entender que nada de lo que se dice en la Biblia es ocioso, que todo es parte de un mensaje Divino, de un mensaje mediante el cual el Señor le habla al hombre caído, al judío primeramente (así lo señalan las Escrituras) a reconciliarse con El.
Mensaje en el que el personaje principal y central es el Mesías YESHUA, el Rey de Israel, que como ya se dijo, nació en un pestilente pesebre de Belén de Judá (como pestilentes por el pecado están nuestros corazones antes de creer en El y arrepentirnos) y que poco más de tres décadas después, como cordero inocente en la Pascua del año 33, se entregó voluntariamente para pagar por todos nosotros nuestra redención (salvación), reconciliándonos con D-os el Padre y abriéndonos (a los que creamos en El y nos arrepintamos) la puerta a su reino eterno. Qué hermoso, y a la vez grandioso, que el Rey de Israel y de todos los pueblos de la Tierra, cumpliendo cabal y puntualmente las Escrituras, iniciara su reinado en el humilde pesebre de Belén, para un día no muy lejano, retornar glorioso a Jerusalén y reinar para siempre entre su pueblo, y para todas las naciones ¡BARUCH HA BA B´SHEM ADONAI, YESHUA HA MASHIACH!.
Rabino Manuel Hernández G.: es consejero espiritual de la AJMM, tiene Licenciatura y Maestría en Teología, egresado de la Universidad FLET de Miami (graduado con «Summa Cum Laude»). Email: mahergo1950@gmail.com